jueves, 5 de abril de 2007

Alltaf...


Lugares comunes de mis "beatus ille" temporales

En los últimos dos años y medio he vivido en más o menos siete casas, contando ésta a la que nos vamos a mudar pronto, y cuatro han sido en Barcelona. La ciudad es bastante grande y horriblemente dependiente del transporte público, pero he conseguido librarme e ir siempre andando o en bici a todas partes, y no he cogido el metro más de diez veces en todo este tiempo.

Siempre he vivido en la parte antigua de la ciudad, desgraciadamente la más turística, pero también, por suerte, la menos 'ahumada'. Casi nunca veo coches. He cruzado tan pocas calles que cuando volví de mi etapa en Londres tardé meses en volver a acostumbrarme a que los coches venían por la izquierda, y es que aquí sólo convivo con calles peatonales.

Siempre ha habido alguna churrería cerca de cada piso en el que he vivido. Por ejemplo, desde mi ventana de la residencia veía el puesto ambulante de churros que en una ocasión alquiló una empresa de eléctricas sueca para rodar un anuncio, y que permanecía abierta hasta altas horas de la noche consecuente con sus extraños horarios. La permanencia de las churrerías no es más que una casualidad, como el resto, pero me alegra pensar que después de tanto cambio hay, en detalles como éstos, algunos matices de la permanencia que aún no puedo encontrar.





Siempre siempre siempre, desde cada habitación en la que he dormido, he podido oír algo que espero que se mantenga: las gaviotas y las campanas de las iglesias que marcan las horas.


Ahora viviremos aún más cerca del puerto así que seguiré oyendo a las gaviotas. Y ayer me di cuenta de que junto a Ample 23 hay una iglesia preciosa con la entrada justo enfrente y que también linda con una plaza. Aún no lo sé, pero puedo imaginar que podré seguir viviendo en Barcelona sin necesidad de relojes.



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